Para los que ya están de vacaciones y para los que volvieron o los que tienen puesta "la cuenta atrás" para irse, ... lamentando no habernos juntado durante el verano madrileño para disfutar del cineforum, os dejamos una entrada que teníamos pendiente desde hace unos meses ahora que ya ha sido publicada en la Revista Médicos de Familia, en el volumen 21 número 2 (página 22-23) de julio 2019:
Nuestro PLIS-PLAS en el Congreso SoMaMFyC 2019:
¡NO
ME GRITES QUE NO SOY SORDO!
COMUNICACIÓN CON PACIENTES CON DÉFICITS AUDITIVOS
Autores: Ñíguez Baños, N., Álvarez Herrero, M.C., Vizcaíno Sanchez-Rodrigo, J., Elviro García P. Especialistas en MFyC. Miembros del GDT Comunicación y Salud. CS Goya y CS
Fuentelarreina.
Las
barreras de comunicación son varias y como médicos ahondamos
constantemente en ellas e invertimos en superarlas. En algunas, la formación
que recibimos para cruzar dichas barreras es evidente, y se refleja en el
entrenamiento y empeño que nos ocupa en cursos y jornadas, pero hay otras donde
no prestamos quizá la suficiente
atención.
Nuestra
actualización “PLIS-PLAS” va dirigida a mejorar la
comunicación con pacientes que presentan déficits auditivos.
Durante nuestra
intervención en el Congreso, encabezamos el tema preguntando cuántos pacientes con hipoacusia creemos tener en
consulta, y la respuesta fue la esperable: la mayoría infraestimamos esta cifra.
En España se
calcula aproximadamente que un 8% de los pacientes son sordos. Según la definición de la OMS, se entiende por hipoacusia
la pérdida de audición igual o
superior a 25 dB en el oído de mejor
audición13. Entre ellos,
el 90% corresponde a pacientes ancianos con presbiacusia, que generalmente no
tenemos en cuenta a priori para el cálculo,
precisamente porque no solemos estar lo suficientemente concienciados de este
problema6. Por ello nuestro deseo de
darle visibilidad, ya que, en mayor o menor grado, todos los días tenemos una oportunidad de mejorar nuestra
comunicación con estos pacientes2,3.
La hipoacusia del anciano es infravalorada por todas y cada una de las
partes: paciente, familiares y sanitarios. Sin embargo, como síndrome geriátrico, no es
algo banal. El hecho de que sea lentamente progresiva no le resta importancia,
puesto que se trata de una patología con repercusiones
y posibilidades de manejo que minimizarían o evitarían complicaciones 6,9.
La sordera en
los ancianos, a diferencia de lo que sucede en la edad temprana, se rechaza, y
en la práctica no se
reconoce su deficiencia, aunque en ocasiones suponga una auténtica
discapacidad. El anciano denota su pérdida auditiva como amenaza.
La pérdida de audición provoca un
aumento de dependencia, que lleva a una pérdida de calidad de vida. Puede conducir a aumentar
la frustración y el aislamiento de los que la sufren en detrimento de su
autonomía y autoestima7,8. Aumenta
la incidencia de enfermedades psiquiátricas (sobre
todo depresión y otras patologías como el síndrome de Charles Bonnet auditivo). Produce mayor
grado de deterioro cognitivo, y algo que nos resultará más llamativo: la sordera puede conllevar mayor
mortalidad 10,11,12. Esto en parte, y en
lo que nos compete al colectivo sanitario, puede ser motivado por un aumento de
los errores clínicos que
cometemos con este perfil de pacientes, por tanto es algo que debe incitar a
una reflexión y cambio de praxis, evitando la discriminación de este colectivo.
Y con respecto
a la Comunidad Sorda, sabemos muy poco acerca de
ella…
Por
ejemplo el término
“sordomudo” es un reflejo de nuestra ignorancia sobre el tema.
Para ellos es un concepto ofensivo, son “sordos”, pero la mayoría se comunica con mayor o menor eficacia. En
ocasiones, los pacientes sordos se comunican con un lenguaje bimodal 5
Este sistema se
puede emplear tanto en niños como en adultos con discapacidad auditiva, con
afasias adquiridas, retraso mental, etc. Se trata de la comunicación simultánea del habla y los signos
(habla signada) respetándose la
estructura del lenguaje oral correspondiente. Las palabras se diferencian además por las expresiones faciales y el contexto en el
que se encuentren.
El lenguaje de
signos como cualquier otro código de comunicación conforma la mente del
individuo, y hace que interpreten la realidad de una forma distinta a la
comunidad oyente.
Comprende
para la comunidad sorda un fuerte elemento de identidad, les confiere un fuerte
sentimiento de pertenencia al grupo. La hipoacusia afectará al individuo de forma global, no solo en su
desarrollo cognitivo-intelectual, sino también en la esfera afectiva y
social4. Es por ello por lo que en
ocasiones algunos pacientes sordos pueden incluso llegar a rechazar la
utilización de dispositivos auditivos como los implantes cocleares5.
Hay algunas
claves para la comunicación con los pacientes con hipoacusia, medidas sencillas
para aplicar en nuestra consulta. Por ejemplo, en cuanto a la quinesia y el
paralenguaje será necesario
mantener una posición de escucha, dirigiendo la mirada al paciente, vocalizando
correctamente y ayudando con gestos para ilustrar, pero sin excesos. Emplear un
tono suave, sin gritar.
En cuanto al
lenguaje para los pacientes con hipoacusia moderada, preferiblemente se
preferirá el uso de
palabras poco complejas, recurriendo a sinónimos cuando se necesite, pudiendo
hacer uso de pictogramas y/o escritura si se precisa.
Algunos
recursos de apoyo para la comunicación son bien conocidos. La entrevista con
intérprete es uno
de ellos: se recomienda que el intérprete se coloque junto al sanitario, ambos frente
al paciente, para continuar mirando al mismo, ya que a veces podemos olvidar
que sigue siendo el protagonista, y que el intérprete no es ni el tutor
legal ni un familiar. Además en muchos
centros hospitalarios se dispone de un sistema de videoconferencia. Con el uso
de nuevas tecnologías han surgido Apps (del inglés applications) móviles basadas en la conversión del lenguaje oral a
palabras escritas y pictogramas para facilitar el proceso de comunicación. Otro
recurso de interés
es la existencia de una Unidad específica de Salud
Mental para pacientes sordos (ubicada en el Hospital Universitario Gregorio
Marañón).
Todos nosotros,
deberíamos esperar un cambio
progresivo en la actitud de los oyentes hacia los sordos, y qué mejor que
empezar por el entorno sanitario, sirviendo de ejemplo para conseguir una
sociedad cada vez más inclusiva.
Todas estas
medidas facilitarán la
comunicación entre unos y otros, e instarán a los poderes públicos a proveer más recursos para conseguir medios y medidas tendentes
a mitigar esta barrera de comunicación
2,3. Algo tiene que cambiar en el conjunto de la
sociedad si queremos que la integración social de las personas con sordera vaya
mejorando1.
Y para terminar
una reflexión: A ellos les falta
el sentido de la audición, y a nosotros… ¿nos falta el tacto?, ¿el sentido
común? .
¡Gracias por
vuestra escucha!
Agradecimientos:. Nuestro
agradecimiento al Grupo Comunicación y Salud y, en especial, a la Dra Elvira
Callejo, miembro del GCyS de Castilla León.
Bibliografía
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