El Grupo Comunicación y
Salud de la SoMaMFyC
tiene el gusto de invitaros a su próximo
cineforum, que se celebrará el día 22
de marzo, a las 16,00 horas en
la sede de la Sociedad (C/Fuencarral nº 18-1º D).En este encuentro, se proyectará
y comentará la película “Mandarinas” del
director Zaza Urushadze. Al igual que los
anteriores cineforum, éste será coordinado por el Dr. Alberto López García-Franco, que nos adjunta una breve reseña,
y la Dra. Concha Álvarez Herrero.
Ambientada en el año 1990, a raíz de la guerra de independencia de Georgia, Ivo, un estonio que decide quedarse en su casa, en su tierra, para ayudar a su amigo Marcus con la cosecha de mandarinas, soporta las incursiones de las milicias beligerantes que pugnan por apropiarse del territorio. El avispero de las antiguas repúblicas soviéticas, tan lleno de conflictos territoriales, de luchas étnicas, de intereses geopolíticos, es el marco en el que se desarrolla esta película de clara vocación antimilitarista, en la que su director Zaza Urushadze, quiere plasmar su postura crítica frente a los nacionalismos. La película es una denuncia contra la intolerancia, una llamada a la cordura frente al fanatismo, y una reivindicación del ser humano ante las fronteras, tantas veces artificiales, ante las lindes en tantas ocasiones impuestas.
Ambientada en el año 1990, a raíz de la guerra de independencia de Georgia, Ivo, un estonio que decide quedarse en su casa, en su tierra, para ayudar a su amigo Marcus con la cosecha de mandarinas, soporta las incursiones de las milicias beligerantes que pugnan por apropiarse del territorio. El avispero de las antiguas repúblicas soviéticas, tan lleno de conflictos territoriales, de luchas étnicas, de intereses geopolíticos, es el marco en el que se desarrolla esta película de clara vocación antimilitarista, en la que su director Zaza Urushadze, quiere plasmar su postura crítica frente a los nacionalismos. La película es una denuncia contra la intolerancia, una llamada a la cordura frente al fanatismo, y una reivindicación del ser humano ante las fronteras, tantas veces artificiales, ante las lindes en tantas ocasiones impuestas.
La
región de los Cárpatos, en la que se desarrolla la acción es una zona históricamente
inestable, con un pasado persa, otomano y ruso, cuyo contacto con otras
culturas no se vive como acrisolado acervo cultural, sino como amenaza y
conflicto identitario. En el periodo en el que se desarrolla la película conviven
tres estados independientes: Georgia, Armenia y Azerbaiyán y siete repúblicas
autónomas dentro de la Federación Rusa (Chechenia, Osetia del Norte, Ingusetia,
Kabardino-Balkaria, Karacháevo-Cherkesia, Adiguesia y Daguestán). Es la minoría
abjasia, que lleva más de 150 años en la región, la que reclama su
independencia del nuevo estado Georgiano. Nuestro héroe, lo que reclama es su
pervivencia en esa tierra amiga que se empeñan en arrebatarle. Demasiadas
razones para el odio, demasiado desnivelada la batalla que enfrenta el apego
por su tierra de Ivo con el fanatismo patrio de insurgentes, mercenarios,
doctrinarios e ideólogos. Las mandarinas sirven de símbolo del apego a una
tierra que considera tan suya como del resto de la humanidad. De un paisaje que
no entiende de luchas historicistas entre estonios, georgianos y chechenos
¿quén podría decir que es suyo el viento,
suya
la luz, el canto de las aves
en el que esplende la estación, más cuando
llega la noche y en los chopos arde
tan peligrosamente retenida?
Claudio
Rodriguez.
Su
director Zaza Urushadze no toma partido por ninguno de los bandos. Ivo recoge a
dos soldados que han sido heridos en las proximidades de su casa: un mercenario
musulmán checheno (proruso) y un soldado Georgiano separatista. El conflicto
está perfectamente resuelto gracias a la templanza y contundencia ética de Ivo:
“nadie está autorizado a matar a su
prójimo”, les dice. A medida que los heridos van recuperándose de sus
lesiones, aumenta el riesgo de que se ataquen, pero también aumenta la
identificación “del otro” como ser humano, y poco a poco los enemigos se
impregnan del espíritu ejemplificador de nuestro héroe. De su generosidad y de
su capacidad de perdonar, él, que ha perdido a un hijo en la guerra y que
todavía persiste en su empeño de creer en el ser humano. La tregua de
hostilidades que impone Ivo en su casa, da pie a un oasis de hospitalidades y
de convivencia. La convivencia en ese pequeño espacio que es su casa, está
llena de gestos, de atenciones, de silencios. No hay grandes parlamentos, los
diálogos son concisos, tan solo actitudes que hermanan, que abrazan, que desactivan
odios ciegos. Tan sólo preocupación por los hombres y por las cosechas.
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